Delincuencia, democracia y desarrollo

miércoles, 6 de octubre de 2010

Hoy estaba en mi trabajo y mi novia me envió un mensaje y me decía que nunca había visto que la policia detuviera y le incautara la mercadería a los vendedores ambulantes, que porque lo hacían, excelente pregunta, ¿porque lo hacen?

Yo soy un gran creyente de la libertad, tanto social como económica, pero siempre he pensado en los vendedores ambulantes de una manera muy particular, algunos son claros violadores de leyes de propiedad intelectual, otros son pequeños artesanos que no tienen los medios para poder vender en un mercado o similar, que no pueden instalarse en una zona turística a vernderle souvenirs a los adinerados turistas que nos visitan, ese tipo de vendedor ambulante es al que es necesario brindar protección al otro, al que vende mercadería pirata no lo hace sino por necesidad, nadie se hace rico o sale de la pobreza vendiendo a DVD's quemados, seamos sinceros, talvez algunos ni puedan comprarse una computadora o adquirir los medios para descargar las películas que comercializaran luego, solo son foot soldiers, venden lo que les dan, dan la mayoría de sus ingresos al que les da la mercadería y ellos se dejan una pequeña ganancia, si bien no es correcto que se les de protección o libertad para ejercer su oficio (dado que consiste en un delito), se convierte en un problema creciente en una sociedad que no genera los suficientes empleos, y las personas siempre van a buscar una forma de sobrevivir, ya sea legal o ilegalmente.

El segundo punto importante a rescatar de estos vendedores es aún una situación más apremienta, la demanda por este tipo de mercancias, vivimos en una sociedad de piratería, que no le otorga suficiente importancia al producto intelectual, por desgracia es una realidad, la mayoría del software que consumimos es pirata, nuestro entretenimiento también, así que esos vendedores solo son una manifestación de los gustos y preferencias de los consumidores, no todo es culpa de los vendedores.


Con respecto a los pequeños artesanos que tienden a vender sus mercancias en la avenida central, desde los pintores que se sientan todos los días frente a la librería Lehman hasta las señoras que venden sweters, fajas y hasta tirantes de brassier, es una condición bastante diferente, no cometen un delito más que el no tener una patente municipal y siendo sincero, prefiero tener inconvenientes al caminar por la avenida central a que familias mueran de hambre por no contar con absolutamente ningún ingreso, me parece que es simplemente una ponderación de intereses, ¿prefiero caminar tranquilamente por la avenida central porque todos esos vendedores en este momento están muriendo de hambre? o ¿mejor andar incomodo 500 metros por personas que en lugar de dedicarse a tareas deningrantes o delictivas están esperando que pase alguna persona a comprarles algo? Sinceramente me parece mejor los 500 metros incomodo.

La gente no entra a la economía informal por conveniencia, lo hace por necesidad, lo hace por la incapacidad de cubrir sus necesidades más básicas de manera formal, en una fabrica o similar donde pueda aplicar sus habilidades, el sector informal de la economía siempre me ha parecido el salvavidas, cuando la economía no esta funcionando bien, la gente acude a sus propios medios, cuales sean para sobrevivir, la cuestión es que la obligación del Estado en lugar de perseguirlos debe ser abaratarles su ingreso a la economía formal. En Costa Rica formar una empresa (pequeña o grande) es un camino largo y tortuoso, normalmente encargado a un bufete de abogados, por la maraña de trámites y formalidades que implica, lo cual convierte el proceso en costoso, el tiempo siempre cuesta más cuando es de un profesional ( o varios para los que pueden) lo que aleja a todas esas personas, esos pequeños artesanos de alcanzar la formalidad, de pagar  sus impuestos y hacerse cargo de sus gastos de seguridad social, que mayor sueño para uno de los Haitianos  que venden papitas y gelatinas o una de las señoras que vende tiras de brassier que poder vivir asegurados y no temer por que la policia le quite su mercadería, y lo harían si pudieran acceder a la formalización de sus ideas, a un costo bajo (tanto en tiempo como dinero) y con posibilidades de aprovechar su deseo de trabajar.

Ellos no son más que el síntoma de la imposibilidad de nuestro sistema para aceptar que la tramitología y el exceso de formalismo que vivimos en este país no hace más que obligar a esas personas a mantenerse en el anonimato de un grito en la avenida central, ofreciendo lo que tengan en la mano, sea legal o no. Una vez (cuando trabajaba en las inmediaciones del Banco Central) le pregunte a una señora que me saludaba en las mañanas que si no le daba miedo que llegara la policia municipal y me dijo:  "si claro que me da miedo, pero me da más miedo que mis hijos no coman mañana". Así que gracias al Estado por obligarlos a mantenerse en la informalidad. Salud.

0 comentarios: